viernes, 6 de enero de 2012

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Es jueves noche. No uno como otro cualquiera, en el que leeré algo, miraré el tuenti o veré alguna serie de televisión para ir a continuación a mi lecho de muerte, esa cama que al día siguiente me conducirá a mi pequeño infierno, el instituto, donde me veré encerrada en mi particular rutina de latín, griego, historia y geografía. No, hoy no, hoy es día de reyes y no sé porque, yo estoy dispuesta a ser el regalo más codiciado por cualquiera, tras el reciente descubrimiento del agujero negro en el que estoy a punto de meterme (oh, esos sueños románticos, cuánto nos pueden fallar). Me quiero poner un vestido, pero a mi mejor amiga se le antojó por decir que no le apetecía por ponerse vaqueros y a mí por no discutir, así que me pongo mis tacones más altos, mis vaqueros de siempre, mi corsé de lunares que me hace un escote de vértigo y me pinto, no como un día cualquiera, ¡no! Ese día me pinto los ojos de negro y los labios de rojo, para dejar huella en todo lo que encuentre. Si, sería precioso salir así por una ciudad en la que nadie te conoce, pero nena, esto es un pueblo, el más asqueroso de cuántos hay en el Norte, sitio donde los paletos de turno se creen 'guays' por tener un coche medianamente 'guapo' y donde te miran raro si les hablas de Homero, Sócrates, Shakespeare, Napoleón, temas de cultura general variados, vaya. Así que llego a casa de mi amiga, evidentemente, sin que su madre me vea con esas pintas, vaya, yo, la niña modelo que tiene cara de no haber roto un plato y le pregunto si tiene alguna blusa que me pueda prestar, dado que mi vestuario de fiesta se compone exclusivamente de vestidos y hasta mañana que no empiezan las rebajas, no pienso gastar un euro en ropa para salir. Me deja una morada. No está mal, pero parece que acabo de salir del convento con ella y hoy me apetece de todo menos aparentar bondad, que ya me canso un poco.
Así que salimos. Empezamos por un bar donde nos sirven un cubata en una copa más grande que mi cabeza. Salgo contenta. Vamos a otro, donde ponen pista para bailar. Tomo un tequila. Salimos. Vamos a una discoteca. La prima de mi amiga se fija en un chico. Lo empiezo a mirar, me mira, lo miro, me mira, pero no nos acercamos. Ella dice que no se lo presente. Nos vamos para un after, donde no entramos porque simplemente no tenemos la entrada, genial. Así que volvemos para uno de los pubs, donde empiezan a echar música de calidad...
Living easy, living free 
Season ticket on a one-way ride 
Asking nothing, leave me be 
Taking everything in my stride ...

Bien, pero esa es la que, justamente, va espantando a la gente, cuyo oído está acostumbrado a salsa y música de discoteca barata, lo que hace que nos tengamos que ir. Otra noche más, como otra cualquiera, otra más, deseando escapar de aquí, este puto agujero en el que parece que estoy condenada a vivir de por vida, o no. 
Solo quiero que pasen estos nueves meses, a ver si me puedo ir fuera ya, la verdad.

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